Cuando te fuiste había una sábana oscura que cubría la casa, aunque envolvente se sentía fría y solitaria.
Cuando te fuiste no esperaste a que el sol te diera un rayito para el camino, en cambio tomaste nuestras lágrimas y te hiciste una linterna.
Cuando te fuiste no dejaste que el silencio se posara en tus labios y hablaste, y rezaste y cantaste hasta que el viento se escapó de tu pecho y te llevó con él de la mano.
Cuando te fuiste nos dejaste como herencia palabras y sueños que han valido más que el oro y que brillan a través de las ramas del árbol que plantaste.
Cuando te fuiste quisimos que te quedaras, pero eras tan necia que asegurabas que algo más grande que nosotros te necesitaba.
Cuando te fuiste no sabíamos cuánto llegaríamos a extrañarte pero sigues tan presente como en aquellos días.
A mi Abuelita cabezona, mi amor chiquito, mi “Florera” y mi “Sapito Gloglogló”.