Dos hilos y una aguja

“…se dice que hay otro mundo, justo detrás del nuestro, mucho más raro, con paisajes llenos de nudos, hilos colgantes y animales extraños.”

La costura, Isol Misenta

-Una puntada arriba y una abajo. -Despacio, que todas queden del mismo tamaño. -Fíjate cómo lo hago para que tú lo hagas después. -Así, con cuidado para que no te vayas a picar.

Recuerdo ese primer bordado que hice cuando aún era muy pequeña. El hilván fue la primera puntada que mi mamá y mi abuelita me enseñaron para bordar una servilleta que debía entregar en la escuela. El hilo era naranja, como el color de las flores de cempasúchil, y la tela era una manta beige que, con tanto ir y venir, se fue llenando de manchitas de comida, tierra y no recuerdo qué más. Lo cierto es que no terminé ese bordado, pero no fue el único ni el último. A veces mis manos recuerdan y toman dos hilos y una aguja para dibujar sobre la tela.

Bordado en proceso, blanco sobre azul, Adelaida Sánches

Quizás será por eso por lo que hoy tengo una extraña manía cada vez que encuentro un trabajo bordado a mano: primero lo sostengo entre mis manos para sentir la textura de la tela, observar sus colores y formas mientras acaricio el relieve que se forma con el bordado. Pero debo confesar que mi parte favorita es darle la vuelta para ver el “detrás del bordado”. Esa revoltura de “colitas” de hilo y pequeños nudos que parecen una selva infranqueable de múltiples hebras me atrapa como ninguna. Me gusta pensar que, a través de ellas, puedes conocer la personalidad, el cuidado y la experiencia de la persona que bordó la prenda, cuando al voltearla descubres cómo inició y terminó su obra.

A veces, sin planearlo, me encuentro con trabajos tan hermosos que no puedo evitar tocarlos y maravillarme con ellos. Conocer a la persona que los realiza le da ese toque especial que vuelve únicas y aún más memorables a esas prendas. Es en estos momentos cuando pienso en la dedicación y el talento de los artesanos que dan vida a estas piezas únicas. Uno de esos encuentros memorables fue con la Maestra Adelaida Sánches, artesana bordadora de San José del Progreso, Ocotlán, en Oaxaca. La encontré en medio de un puesto lleno de colores, bordando un universo floral sobre un fondo azul. Sus manos, laboriosas y sensibles por los años de experiencia, se mantenían ocupadas dibujando con sus hilos blancos, mientras ella permanecía concentrada y pensativa.

Artesana Bordadora Adelaida Sánches

Mi mirada se deslizó por cada uno de los vestidos a sus espaldas, como si quisieran ver todo y al mismo tiempo se dejaran atrapar por un detalle, una hoja, una flor. Ante este paisaje atiborrado, mi innata curiosidad salió a flote, ¿Cuál te imaginas que fue la primera pregunta que le hice a la Maestra Adelaida? Te daré tiempo para pensarlo: …1… …2… …3… ¿Adivinaste?… Bueno en realidad fue ¿Cuántos años lleva bordando?, Si vieras el reverso de su costura, quizás lo entenderías. Sus puntadas son tan firmes, limpias y ordenadas. Sus nudos son apenas perceptibles, pero forman un patrón tan gentil y divertido que me asombró.

Ella me contó que borda desde hace 40 años, desde que su mamá le enseñó a sostener la aguja cuando tenía 8 años. Le pregunté entonces por el tiempo que le lleva crear una de sus hermosas piezas y me dijo que en realidad no lo ha contado porque a cada una le dedica ratitos que se van juntando, a veces minutos o hasta tres horas por día. En su rostro apenas y se dibujó una sonrisa que ocultó rápidamente pero que revelaba una profunda dedicación a su labor. Un poco tímida me dijo que muchos de los diseños los va dibujando conforme los va creando y que hasta hace unos años empezó a combinarlos con la técnica del deshilado. Y que conforme su negocio ha ido creciendo, poco a poco ha ido involucrando al resto de su familia para colaborar con su trabajo.

“A veces se pierde lo que uno sabe porque ya no hay nadie que quiera aprender, pero en la casa intento enseñarle a mis sobrinos a hacerlo”, dijo con un tono de preocupación y nostalgia.

Adelaida Sánches

Había tantas cosas hermosas que era imposible elegir, pero hubo una que me enamoró: una blusa blanca de manga larga con bordados de tonos rosados con hilos juguetones por todos lados. Con su cuello redondo tejido y los puños delicados. El frente ligeramente fruncido y la espalda llena de detalles. Y al tocarla y ver el reverso, era tan bello, tan saturado y ligeramente desordenado, con detalles tan conectados entre sí que no podía dejar de mirarlos ¿Cómo dejarla? ¿Cómo no ver a su creadora entre las hebras? ¿Cómo no leer su historia en ellas?

Blusa bordada a tres hilos: Algodón satinado, percal y algodón simple, rosa sobre blanco. Bordado y deshilado.

El bordado no es solo una técnica, sino una forma de arte que cuenta historias y preserva tradiciones. A través de las manos de artesanas como la Maestra Adelaida, estas historias se tejen con hilos de amor y dedicación, creando piezas únicas que llevan consigo la esencia de su creadora.

¿Te has encontrado una prenda así? Me gustaría conocer su historia.

Me encantaría escucharte

Nasel Bel

Una sencilla dificultad, mente distraída y amante de libros.